Hay una palabra, o más bien un conjunto de dos palabras que forman un término a su vez y que parece que todo el mundo repudia, sobre todo entre los partidarios del Estado centralizado y los reaccionarios. Ese término no es menos que el de revolución social, comúnmente conocido como revolución a secas.
Las personas, el pueblo, cada vez está menos dispuesta a luchar por lo que le corresponde, por su hegemonía y por su progreso real mediante la libertad, esa libertad que se consigue rompiendo las cadenas del Estado y de la religión, así como de toda forma de poder autoritaria, policial, militar, gubernamental, partidista –porque estamos en contra de toda clase de partidos, pues son el medio para llegar al poder y el poder, a su vez, corrompe a las personas y oprime al pueblo–, patriota y opresor. Es la libertad del individuo el objetivo del anarquismo, pues es gracias a esta libertad en todos los sentidos por la cual uno puede desarrollarse en el progreso, sin ningún tipo de adoctrinamiento en su educación básica ni limitaciones impuestas de forma injusta. Y es gracias a la cooperación entre individuos por la cual toda organización social puede salir adelante, empuñando la bandera rojinegra bajo la unión, la paz y el comunismo libertario como método de organización económico. Todos trabajan para todos, de la forma en la que todos así lo decidan y siempre velando por el bien suyo propio y de su compañero.
Esa ansiada libertad de los pueblos se debe conseguir, de forma inevitable, mediante un conflicto directo, un golpe fuerte de todas las masas obreras y trabajadoras para derrocar al Estado y al capital en todas sus formas. Y será sobre esos escombros sobre los que la organización anarquista se construya y resurja así como el ave fénix que es el proletariado y el campesinado; será justo en ese momento en el que la sociedad podrá avanzar de verdad, una vez toda forma de poder sea destruida. Efectivamente, dicha acción directa se refiere a la revolución social.
Estas palabras juntas juntan diversas emociones, entre ellas la esperanza y la ira, la ira del pueblo que se desata ante sus opresores. Esas son las dos bases emocionales y sentimentales de toda revolución, así luego esté lo que implique como la necesidad de armas, de abastecimiento para las milicias y de un objetivo, la libertad. ¿Esto quiere decir que el proletariado ha olvidado su lucha por carecer de estos dos sentimientos clave, que no es menos que la de su liberación total? En parte sí, ha perdido muchas cosas que siempre han estado ahí y las cuales son motivos que incentiven a la movilización y por consiguiente a la autodeterminación de la clase proletaria; tal es un ejemplo de esto mismo la consciencia de clases, que parece que ha sido sustituida por otro término llamado “brecha entre ricos y pobres”, la cual cada vez es mayor. Eso, querido lector, no es menos que los vestigios de lo que es como tal la lucha de clases. Y es que es cierto que cada vez los ricos son más ricos y los pobres son más pobres, pero nadie hace nada por tal de solucionar dicha situación. ¿Por qué? Porque al Estado, ese salvador en lo alto del cielo que muchos piensan que es, no le interesa nada. Nosotros, al Estado, no le interesamos nada, y a los partidos o al gobierno menos aún. Sólo se preocupan de nosotros cuando llegan las elecciones y el pueblo se dispone a participar en eso que llaman democracia representativa. Dicha representación no representa más que mi integridad física que me distingue de ser una mujer metida en una cacerola que da vueltas.
Tenemos muy idealizada la figura del estado, y parece que lo tenemos todo por tener móviles de última generación y una televisión que ver con programas pseudointelectuales con unas noticias influenciadas y manejadas por el yugo de las ideologías y distinción entre izquierdistas y derechistas partidarios de una organización política que los oprime, a fin de cuentas. Pero volviendo a la lucha de clases, debemos de ser conscientes de cuáles son nuestras limitaciones como trabajadores. Nos hemos estado basando estos años en la sumisión y en la influencia, los gobiernos del mundo y el Estado han jugado con todos nosotros como han querido y a lo que han querido, mintiéndonos, diciéndonos que podremos ser ricos trabajando. ¡Mentira! ¡Es una patraña, una patraña del capitalismo, de la burguesía explotadora para mantenernos motivados en nuestra esclavitud! Hay que ser conscientes de que no aspiramos a ser más que simples siervos al servicio de las clases pudientes, las cuales nos explotan y sacan la máxima renta de todos nosotros bajo la opresión y el adoctrinamiento, del trabajo ya no tan penoso como en antaño, pero que no deja de ser cruel y brutal. ¡Debemos tumbar abajo esa organización y liberarnos de nuestras cadenas! Eso es tener consciencia de clases. Y el método para ser libres debe ser mediante la revolución. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Por qué la gente teme tanto dicha revolución, incluso es rechazada entre las clases obreras y trabajadoras?
Muy bien, para responder a esta pregunta hay que ser conscientes antes de nada de que todo gran cambio de la humanidad empezó por una revolución; desde la Revolución Francesa pasando por la Revolución Rusa hasta llegar a la Revolución Española o Revolución Social del 19 de julio de 1936, todas cambiaron el mundo de forma innegable, negarlo sería de necios sin ningún tipo de dudas. Una vez partiendo de esta base, la respuesta a la pregunta sale de forma natural. Así pues, podemos establecer que todo gran cambio social necesita el uso de la fuerza para realizar dicho cambio. Se necesita la fuerza porque el Estado y el capital intentarán por todos los medios sofocar todo tipo de levantamiento o de movimiento que luche contra su hegemonía, ya que todo lo que suponga un peligro y que amenace su poder y hegemonía es un enemigo que hay que erradicar como a una plaga de ratas. La burguesía, la aristocracia y los políticos quieren mantener ante todo su estilo de vida, y es mediante la explotación del pueblo por el cual lo consiguen, especialmente del trabajador. Por lo tanto harán lo que sea por tal de no perder todo lo que tienen, así haga falta hacer disparar a su ejército contra las masas. ¡Luego lloran porque algún día murió un pobre burgués a manos de un anarquista, qué triste!
El temor a la revolución viene acompañado del temor a la pérdida de sus posesiones. Esto quiere decir; antes el proletariado, el campesinado o la clase trabajadora, en general, “no tenía nada que perder”, lo que significa que no tenían prácticamente posesiones y que escasamente podían suplir sus necesidades primarias. A día de hoy esto no es así. El Estado y las grandes empresas y franquicias se las han ingeniado para darnos pequeñas migajas con las que conformarnos; nos dan móviles, televisiones de pantalla plana con todo tipo de programas y entretenimientos, nos da una Seguridad Social –a veces ni eso como en el caso de Estados Unidos–, nos da ciertas facilidades a la información, un coche, una casa que tenemos que pagarle a los bancos, etc. Y pensamos subconscientemente que con esto ya lo tenemos todo, que sólo aspiramos a más para ser más pudientes y mejores que nuestro vecino. ¡Es esto lo que pretenden, precisamente, todas las grandes multinacionales y por lo tanto, el Estado, al cual tanto hay que combatir! Porque claro, podemos ver la televisión, podemos tener muchos seguidores en Instagram, pero tú, trabajador, también llegas de trabajar harto, cansado y sin ganas de hacer nada a tu casa para luego al día siguiente ir con la misma motivación de mierda porque trabajas demasiado por cuatro duros y para que luego encima te anden menospreciando y considerando la escoria de la sociedad, cuando eres precisamente, el humano más rico y capaz de todo. ¡Anda que se iba a poner un burgués a trabajar con sus manos en la fábrica! ¡Jamás! Pero claro, como luego al llegar a casa podemos ver las noticias o cualquier otro programa no pasa nada. ¡Eso no puede seguir así! Nosotros, nuestra naturaleza, es la unión libre de los individuos. Nuestro ideal natural es el anarquismo, y es la idea de liberación a la que todos deberíamos aspirar; siempre teniendo nuestras diferencias en cuanto a toma de decisiones, de gestión o de administración, así como de pensamiento, por supuesto.
Y eso es en el mejor de los casos, pues llega a haber personas que por tener que mantener a una familia se llegan a perder la infancia de sus propios hijos, llegan a no poder estar en los peores momentos de la vida de sus más allegados y consolarlos o ayudarlos… Hasta que llegan a un punto en el que simplemente ya no pueden más, se dedican únicamente a trabajar de forma monótona y rutinaria. Es ese el grado al que le interesa a las clases opresoras que lleguemos; es esa precisamente la situación a la que aspiramos todos los trabajadores.
¿Y luego quién defiende al obrero? ¿Los sindicatos, el gobierno, el Estado? ¡Nadie, absolutamente nadie! Los sindicatos traicionaron la revolución en base a la idea de que los tiempos han cambiado como para llevar a cabo una revolución, porque claro, además de ser unos cobardes son unos mamadores –y unos mamones– de la teta del Estado que los subvenciona para mantenerlos acallados y así hacer que los sueldos de los grandes jerarcas dentro del sindicato cobren bien y sea muy inflado, mientras la gente de su sector se mata a trabajar de forma ilegal muchas veces por un sueldo que es una miseria. ¡Son traidores! ¡Traidores de la revolución social que tanto defendían, eso son! La UGT, el CSIF, CCOO, la CGT especialemente… ¡Todos! Se han institucionalizado. No se han adaptado a los tiempos que corren –no en el sentido de la revolución, sin duda; se han adaptado en el sentido de que han cedido al capitalismo y lo han acogido muy bien en su regazo para su propio beneficio. Se han desviado del camino que debían de haber seguido desde un principio. ¿Dónde están vuestros principios? ¿Qué ha sido de la lucha que se supone que defendíais? De la UGT, CCOO y otros sindicatos lo entiendo, pues estos no han sido más que asociaciones patéticas que la mayor lucha que son capaces de emplear está dentro de los tribunales, pero luego se nos presentan casos abominables como es el de la CGT. ¡Esos son los verdaderos traidores de la revolución social, de los principios anarquistas y de la lucha contra el Estado del que maman como todos los demás! A excepción de la CNT, debo aclarar.
Pero por suerte aún podéis redimiros, todos aquellos que habéis traicionado la lucha obrera. Podéis hacerles un bien al pueblo de verdad y a los trabajadores y quitaros del medio; empezar siguiendo los pasos del anarquismo y del sindicalismo como deben de ser tomados nuevamente. ¡Aunque sea en la clandestinidad!
Compañeros trabajadores, no hay que tenerle miedo a la revolución. No nos vamos a meter por ahora en lo que implica y cómo se llevaría a cabo, pero tenemos que tener claro que es necesaria para el derrocamiento de la reacción estatista y opresora del capital. Es el medio por el cual todos llegaremos a ser libres, viviendo en fraternidad los unos con los otros. Somos seres humanos, y eso implica gozar de una libertad que, por desgracia, no tenemos. El Estado nos vuelve tontos y el capital nos vuelve esclavos. ¡Luchemos contra esto! ¡Compañeros, levantaos de vuestros puestos de trabajo! ¡Parad la producción si así es necesario y trabajad en pos de vuestros hermanos proletarios y en pos de la revolución! ¡No dejemos que nadie se imponga a vosotros, oh, queridos trabajadores!
Y recordad, de pie, siempre gritaré: ¡Viva la revolución social!