Hoy, 12 de octubre, celebramos de nuevo el día del Pilar –que era antiguamente el día de la Hispanidad, y que realmente sigue siendo– en el que conmemoramos exactamente… ¿Qué? A ver, esto hay que analizarlo con lupa. Según por la ley que regula esta festividad, que es la Ley 18/1987, de 7 de octubre, este día “simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos”. Esto vendría a significar que el motivo de celebración del día de la Hispanidad es debido al conjunto de signos a priori objetivos que nos aúnan como pueblo o nación que construyó un Estado en base a dichos signos objetivos con el apoyo de una monarquía fiel a su nación, haciendo distinción de los demás pueblos europeos. ¿Esto qué significa a su vez? La celebración de la “españolidad”, de lo que es español, de lo que es “nuestro”; nuestras costumbres, tradiciones, lemas, himnos, de nuestra historia, de nuestra lengua, etc. 

          Además, se celebra este mismo día la conquista del Nuevo Mundo, la llegada de Colón a América precisamente un 12 de octubre de 1492; este se acabaría volviendo el motivo de por qué levamos celebrando el día de la Hispanidad desde 1892.             

          Pero claro, ¿de qué sirve tanta tradición, tanto lema, tanta frase célebre imperialista o tanto himno cuando somos, como todos los pueblos, un pueblo en decadencia? ¿De qué sirve celebrar que somos españoles a pesar de saberlo y de sentirnos orgullosos de serlo –como debe ser en verdad– si no significa nada en profundidad, cuando detrás de un simple día como este, de la Hispanidad, lo que lo acompaña es algo baldío de valor nulo en su sentido más material y no tan simbólico?             

          Está bien, por supuesto, celebrar nuestras semejanzas como personas que son desiguales por naturaleza –y no por la fuerza– y sentirnos iguales, mismos seres unidos por una bandera. Pero es que es triste que sea por un símbolo. Porque detrás de ese símbolo no hay nada. Está vacío. Totalmente baldío.             

          Y muchos llegados a este punto se me echarán a cuello y me dirán que nuestra bandera, nuestra “gran nación” –así la llaman–, atesora tras de sí un conjunto inmemorable de hechos históricos, una serie de motivos de ser, tal cantidad de frases populistas que no sirven más que para idiotizar a la gente y conseguir así que no sean capaces de ver más allá de lo que tienen frente a sus ojos y profundizar en este aspecto. No hablamos únicamente de discursos bonitos de unidad nacional e incluso patriótica, estamos hablando de que estos signos son distintivos de las personas que forman el país, no del propio país como tal. Nosotros, al reconocer al Estado como medio redentor que hizo posible los avances y la unidad mencionada previamente, nos sometemos así a la mentira, vendiendo nuestro motivo de fiesta real, original, el que debería ser y no lo es. Esto nos lleva a su vez a la conclusión inevitable de que no celebramos nuestros propios progresos, celebramos que el Estado regido bajo el rey de turno o el presidente de turno haya mandado a realizar unas u otras hazañas, menospreciando como tal el trabajo del pueblo que hubo detrás para que luego sólo un grupo selecto de personas se lleven el mérito de todo.             

          Pero esto es lo que pasa también con la Historia. Por ejemplo, el hecho del descubrimiento de América es un hecho histórico, la Reconquista fue un hecho histórico, la II República (duela a quien le duela) es un hecho histórico, así como también lo es el sufragio femenino reconocido por primera vez en 1932; ¿pero eso es Historia? No, no es Historia. Historia es el conjunto de todos los hechos históricos. Podríamos decir así pues, que los hechos históricos son las piezas de un gran puzle cuyo único fin es el que le pueda dar el Universo, siendo este gran puzle la Historia como tal. Pero de esa Historia no podemos decir únicamente que agrupando esos sucesos ya la conformamos, ¡en lo absoluto! La Historia es todo, desde el punto de inicio hasta el más mínimo segundo que pasa a cada momento. La Historia no está completa sin los acontecimientos sucedidos en conjunto, no sólo por hitos “nacionales”. Sino tendríamos que celebrar también que un portugués, Enrique el Navegante o Enrique de Portugal, inventase el modelo de barco carabela que luego daría lugar a la variación redonda (que fue el modelo de barco que adoptaron el Santa María, la Niña y la Pinta), y hasta donde yo entiendo según la visión nacional y patriótica Portugal no forma parte de España. Pero sí forma parte de la Historia. Por lo tanto, si celebramos el descubrimiento de América, deberíamos celebrar absolutamente todo lo que conllevó la realización de dicho hecho histórico y no limitarnos a la mentira patriótica de que es que Colón era un campeón. 

          Claro, enturbiamos la Historia en su conjunto a nuestro favor, la segmentamos y partimos en trocitos que por sí solos no tienen ningún valor ni contexto para alimentar nuestro tan frágil sentimiento patriótico. Justamente cuando el patriotismo es el método más cruel en su naturaleza opresora e idiotizante. Juega con la subjetividad, la distorsión y se apoya en la fragilidad del nacionalismo y el poder esclavista del Estado para vendernos la idea de que si todos nos sentimos españoles más españoles seremos y por lo tanto mejores personas resultaremos, porque claro, somos españoles, ¡y hay que ser patrióticos porque tenemos sentado en el trono a un pijito borbón, un poder judicial paralizado completamente, un senado inútil e inservible tal cual resulta para nuestra pseudodemocracia, y un poder ejecutivo que es una fábrica de crear corruptos y opresores burgueses, aristócratas o enchufados! 

          Luego debemos sentirnos orgullosos, por supuesto, de que salgan a las calles los cuerpos de seguridad del Estado. La Guardia Civil y el ejército, que es comandado por un hombre que se hace llamar rey de España porque en un papel pone que lo es y cuya naturaleza se limita a ser un enviado de un Dios que lo es todo, pero que no resulta en nada. ¿Y de quién es rey específicamente, sólo porque antaño nuestra gran nación perdió una guerra contra los británicos (el hecho histórico es más profundo) en la que por cierto, perdimos el peñón de Gibraltar que hoy día estos patrióticos de pacotilla defienden que es nuestro, por tal de mantener a su dinastía en el trono? 

          Nosotros, como buenos españoles que somos, debemos elogiar ciegamente a esas amables y buenas gentes que velan por nuestra seguridad, a aquellos gentiles hombres generales que mandan ejercer dicha seguridad y a aquellos peones en el tablero de ajedrez que deben obedecer si no quieren ser deshonrados por su amada patria. ¡Esos son precisamente los que nos oprimen y castigan por luchar por lo que es nuestro, son los que nos controlan cuando protestamos por lo que debería ser nuestro, por intentar retomar lo que en su momento nos arrebataron de las manos para decirnos que sería por nuestro bien y no por su interés! Pues a vosotros os digo: Feliz Hispanidad, ¡cabrones! Sois un completo ridículo. La patria no existe, es una herramienta de control subjetiva e impuesta por nacimiento que juega con nuestro orgullo nacional. ¿Pero qué es orgullo nacional? ¿Banderitas, himnos, lemas otra vez…? ¡No! Para ellos claro que lo será, porque es la excusa bajo la que nos oprimen y esclavizan, bajo la que nos subyugan a la decadencia y podredumbre intelectual y moral. Pero orgullo nacional debe ir mucho más allá que esa banal idea de simbolitos bonitos con colorines que se supone representan mucho. 

          ¡La Historia somos nosotros, el pueblo! Ese es el orgullo nacional y eso es lo que hay que celebrar en verdad. En vez de celebrar nacionalismos y patriotismos que se unen al imperialismo conquistador, militar, policial, esclavista, opresor y conquistador; ese es el enemigo de todo pueblo que de verdad se quiera sentir unido. No nos debe unir el fusil y el puño aplastador, nos debe unir la herramienta, el telar y la azada. España, de la que tanto se enorgullecen los ridículos patrióticos, no sería nada de no ser por el conjunto de hechos históricos, por la Historia, porque a lo largo de los años las personas de todo el mundo contribuyeron al progreso entre trabas y problemas de todo tipo. España es como es porque fueron sus gentes quienes construyeron ladrillo a ladrillo cada edificio, cada monumento, cada museo, escuela u hospital; no fueron los políticos o el rey. No. Fue el pueblo el que realizó el esfuerzo redentor, y por tanto es eso lo que hay que reclamar y lo que hay que celebrar. Que el pueblo levantó las casas en las que vivirían y edificó las infraestructuras necesarias para obtener los bienes necesarios para una vida digna que sería tristemente interceptada por el yugo del poder. 


          Yo soy español, y con orgullo –como debe de ser–, pero me niego a celebrar un día vacío, sin sentido ninguno a causa de en lo que se basa. ¿Y qué es ser español? Reconocer mis orígenes, reconocer a mis compañeros, reconocer su trabajo y contribuir con ellos a la creación de una sociedad y un país mejor en base a ideas anarquistas y libertarias. ¡Por eso soy español, y no lo seré menos por no salir a la calle con una bandera de España agitándola como loco o por no llevar una pulsera bicolor! De hecho, seguramente sea más español que todos aquellos que cuando llega este día sueltan tres barbaridades de cuñado por la boca y se enorgullecen mucho de lo que son, pero que al día siguiente no van a trabajar porque no tienen trabajo y están cobrando el paro, gastándose esa paga que les da el Estado frívolamente en recompensa a su existencia miserable en alcohol. 

          Por supuesto, yo que soy anarquista y que pretendo promover la antorcha de la libertad y de la anarquía, es decir, la ideología y filosofía anarquista, puedo decir que dicho movimiento libertario se desliga totalmente de las opiniones sin fundamento con las que cuentan las ratas izquierdistas de Internet con una personalidad tan frágil y un pensamiento y trasfondo político tan burdo, tan absurdo. Nos negamos a tener siquiera relación con esos personajes, esos parásitos políticos. Ahora bien, siendo más pasivos, debo decir que no podemos criticar algo sin haberlo analizado antes, sin haber llegado a conclusiones y tener, por supuesto, un mínimo de conocimiento aunque sea. 

          

          Ahora bien, para finalizar me gustaría felicitar a todos aquellos que piensen como yo, a todas aquellas personas que ven que el patriotismo, el Estado, la nación opresora y poderosa no traen consigo más que la destrucción y la muerte de todo intelecto, moralidad y razonamiento. Será en el momento en el que nos unamos en una confederación libre de comunas anarquistas españolas, organizadas en base al comunismo anarquista o libertario, cuando realmente podremos gritar: ¡Viva España! Y por supuesto: ¡Viva la Confederación, viva la libertad, y viva el pueblo español, que valerosamente se ha enfrentado a sus opresores y se ha liberado de las cadenas de quienes los hacían sus esclavos!