Actualmente hay un puesto que todos ansían dentro de la política española y por el que concursan prácticamente de la forma más cómica, aunque nefasta: la presidencia del Gobierno de España. Entre todos hay dos candidatos principales en este concurso. El primero es un señor de mediana edad con gafas que no se sabe ni los sitios a los que va a hacer mítines populistas ridículos y que pretende dirigir la Unión Europea sin saber pedir un vaso de agua en inglés –si es que sabe siquiera saludar al entrar al hemiciclo–, mientras que el segundo de ellos es un falso socialista que está dispuesto a regalar lo que haga falta por tal de sentarse en ese trono y por el que vendería hasta a su madre si hiciera falta. Unos tales Alberto Nuñez Feijóo, líder del Partido Popular, y otro tal Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno en funciones y líder del Partido Socialista Obrero Español.
Efectivamente, esa es la situación y esos son los dos personajes que pretenden dirigir nuestra nación. Llama la atención el perfil con el que cuentan ambos seres políticos, ambos bien vestidos reflejando elegancia y confianza, formalidad, queriendo dar imagen de poder incluso y de transmitir todo lo anteriormente mencionado. Quieren poder, eso es lo que quieren. Infundir su política que no deja de ser precisamente distinta, pues al fin y al cabo son las mismas sólo que con un color distinto, salvo el ala más mediocre de la izquierda, esa ala podemita y nefasta a la que el PSOE por ambiciones de poder dejó en su momento lugar en el Gobierno y que todos los españoles hemos acabado pagando caro por sus supuestas políticas “feministas” y tan “proletarias” o como le quieran decir esos farsantes del pueblo al que han mentido y engañado como han querido, y como siguen haciendo todos los partidos ya no sólo en el poder, sino en la oposición también.
Es ridículo lo que pretenden hacer con el pueblo, con todos nosotros, y cómo nos pretenden llevar como borregos hacia nuestro destino final. Pretenden someternos y esperar que cuando la caguen digamos algo así como: “Está mal y son gilipollas, pero qué se le va a hacer”. ¡De eso nada! ¡No podemos dejar que nos sometan de esa forma y nos opriman con nuestro conformismo! ¡Ellos dependen de nosotros y debemos darnos cuenta de ello! Somos nosotros, el pueblo al que tanto se supone que representan, el que ha dejado que lleguen ahí y lo hizo confiando en sus habilidades, demostrando una vez más que son patéticos y que no han conseguido nada ni hacen nada por el bien del pueblo. Son únicamente sus intereses y nada más, su sueldo y nada más, sus pensiones y nada más, sus mansiones y propiedades particulares como buenos aristócratas o burgueses que se acaban volviendo y otra vez ¡nada más! Y todo eso mientras las colas del hambre aumentan cada vez más y más y la gente no puede pagar la hipoteca de su propia casa por estar ahogados en impuestos.
No han hecho otra cosa que le importamos nada más que cuando ven su cabeza temblar, es ahí, justo en ese momento, cuando se preocupan mínimamente por nosotros, pero no lo hacen por voluntad, lo hacen por seguir en el poder. ¡Pero y qué pasa con nosotros! Pedro Sánchez está apunto de concederle la amnistía a enemigos del pueblo como lo son Puigdemont con la ayuda de su tan amiga Yolanda Díaz, y todo para mantenerse en el trono que ya ostentaba bajo la premisa del “progreso”. ¡Eso no es progreso! ¡Eso es sentenciar al pueblo! Debemos de darnos cuenta de que para los políticos no somos más que instrumentos para conseguir sus intereses, somos sus lacayos que siempre que se convocan elecciones vamos muy gentilmente a votar y que luego nos partimos la cara por defenderlos, ¿pero es que acaso ellos os defienden a vosotros?
Este es el problema político que vivimos en España y que concierne también a todos los países del mundo, pero volvamos a nuestro país. No podemos seguir así. Como trabajadores, como obreros y como campesinos. Como un único pueblo que vele por los intereses de su pueblo, así es como debe ser. Ya hemos callado suficiente. Hay que salir a las calles, ponerse en huelga, exigir cambios drásticos a nivel estructural y abogar por nuestro bien de verdad sin dejarlo en manos de una oligarquía o escoria política. Ha de ser así y así se cumplirá.
¡He dicho!